domingo, 3 de abril de 2011

¿"Rubalcaba es ambicioso" o "Chacón es ambiciosa" significan lo mismo?

¡Buenos días a todos y todas!
Hoy hacemos un repaso a la prensa del domingo y nos encontramos este artículo. Un artículo que empieza con una crítica al lenguaje (que no es neutral y construye) y acaba con una reflexión por parte de algunas personalidades sobre las desigualdades de la mujer en su desarrollo laboral (dando datos  sobre el nombrado  “techo de cristal”).
Me quedo con la frase: “Las mujeres –dice Garcia Ribas– somos huéspedes de una cultura que no es la nuestra, falta una cultura femenina de lo público y tenemos que crear nuestra propia dialéctica”.

La aspiración de la mujer de acceder al poder aún choca con los estereotipos

El adjetivo 'ambiciosa' es equiparable al de malvada, según algunos expertos

Aunque la teoría rebata los criterios de la Real Academia Española, el adjetivo ambiciosa no significa exactamente lo mismo que ambicioso. Póngase si no el calificativo detrás del nombre de un hombre o de una mujer y podrá observarse cómo tener “ansia o deseo vehemente de algo” no significa lo mismo si condecora a Alfredo Pérez Rubalcaba o si acompaña a Carme Chacón, sólo por citar un ejemplo de la actualidad.

¿Se percibe la ambición femenina como un rasgo positivo al igual que sucede cuando esta es masculina? La respuesta es que no, según analizan los expertos consultados, pero un no con matices. Unos matices pesimistas sobre el camino que deben realizar las mujeres si quieren ejercer el poder –entendido en términos generales como la capacidad de intervenir en un determinado momento histórico colectivo o personal–, y otros más optimistas al observar cambios en la sociedad.
“La ambición femenina está muy mal vista, se considera un atributo masculino que le es ajeno. A una mujer se la acusa de ambiciosa, equiparando el término a malvada y este un problema grave”, señala Cecilia Castaño, catedrática de la facultad de Sociología de la Universidad Complutense. El diagnóstico es conocido, pero no por ello deja de llamar la atención. Tiene que ver con los estereotipos de género, explica Castaño, la idea de que el hombre sigue siendo el sustento de la familia y el aventurero, mientras que la tarea de la mujer es cuidar de los demás.
Sentada la premisa básica del debate, los datos aportan fotos fijas y en movimiento. El informe “Más mujeres en puestos de responsabilidad”, presentado en el 2010 por la vicepresidenta de la Comisión Europea, Vivian Reding, indica que en las cumbres de las altas jerarquías las desigualdades entre la presencia del hombre y la mujer son las más altas. Por ejemplo, en los consejos de administración de las grandes empresas que cotizan en bolsa, hay una mujer por cada diez hombres. En el ámbito de la ciencia y la investigación, pese a que el sector femenino representaba en el 2009 el 45% de los doctorados, sólo estaba representado un 18% en las más altas funciones investigadoras. La Comisión Europea advirtió el 8 de marzo que está dispuesta a establecer cuotas en los consejos de administración si no se invierte esta tendencia.
Nuria Chinchilla, profesora del Iese, percibe, en cambio, elementos para el optimismo y recuerda que en el mundo de la pequeña y mediana empresa sí que han cambiado las cosas. “Es verdad que las mujeres que aspiran al poder, al ser pocas, se perciben como algo diferente, y el diferente siempre lo tiene más complicado. Pero creo que estamos de moda porque aportamos una visión distinta, complementaria, una visión con capacidad de anticiparse a las consecuencias”, señala.
Para Francisco Longo, director del Instituto de Gobernanza y Dirección Pública (Esade), la percepción negativa sobre la ambición en la mujer está modificándose de forma acelerada al entender que los estímulos para este cambio son muy potentes. Esta visión negativa, sostiene, se mantiene en ciertos sectores sociales menos preparados.
Pese a la mirada optimista, Longo considera que sigue existiendo el denominado techo de cristal –ese conjunto de normas no escritas, invisibles, que aparecen en la carrera profesional de una mujer que le impiden avanzar sea la jerarquización de las empresas o la conciliación con la vida familiar–. Aquí el debate se desliza hacia otras cuestiones ineludiblemente ligadas a los problemas de la ambición femenina, a los obstáculos para ponerla en marcha. El modelo de liderazgo workaholic (adicto al trabajo) es cada vez más absurdo, señala Longo.
Con una visión crítica sobre la situación, pero también sobre el papel que la mujer se reserva para sí misma se expresa Carme Garcia Ribas, directora del posgrado de Liderazgo Femenino (adscrito a la Universitat Pompeu Fabra), que cree que la ambición femenina está mal vista porque atenta contra el poder establecido. “Esto –prosigue–, nos lleva a adaptarnos a modelos existentes convirtiéndonos no en seres más libres, sino en mejores esclavas”.
La mujer debe sacudirse el miedo a no gustar porque la convierte en una prisionera de los estereotipos que suponen ser aceptada en todos sitios, explica. Considera que la ambición debe entenderse como un ejercicio de vitalidad y de autoafirmación fuera de los cánones masculinos que rigen el mundo. “Las mujeres –dice Garcia Ribas– somos huéspedes de una cultura que no es la nuestra, falta una cultura femenina de lo público y tenemos que crear nuestra propia dialéctica”.
Por ello, rehúye el concepto conciliación aplicado a la mujer, como también lo hace Cecilia Castaño al entender que es jugar en el campo de los hombres si estos no entran. Chinchilla señala que conciliar es hacerse dueño de su propio destino, decidir lo que ha cada una le conviene, opine lo que opine quien mande.
El debate sobre la ambición femenina puede variar según los países occidentales, pero hay ejemplos a ambos lados del Atlántico. “En las primarias, a Hillary Clinton se la señalaba como demasiado ambiciosa, ¿no lo es Barak Obama?”, recuerda Castaño. Y mirando a Europa, comenta al vuelo casos como el de Ségolène Royal y algunos comentarios que se vierten sobre Esperanza Aguirre. Con sus matices, los diagnósticos indican una necesidad de aceleración ante un futuro menos despejado de lo que debería. Aunque hay luces. La llegada al Tribunal Supremo de EE.UU. del mayor caso por discriminación de género, que afecta a un millón y medio de empleadas de Wal- Mart, abre en canal el debate. Discriminación por salario, y por menos posibilidades de ascenso.

Cien datos chocantes

El Instituto Europeo de Igualdad de Género dio a conocer esta semana una recopilación de datos sobre la desigualdad entre hombres y mujeres para demostrar que “aún queda mucho camino por andar”. Son cien ejemplos de infinidad de situaciones en muchos ámbitos en los que también se retrata las dificultades para acceder a puestos de máxima responsabilidad. El 59% de los graduados universitarios son mujeres, se señala en uno de los epígrafes de la lista, pero entre el profesorado universitario a tiempo completo el 82% son hombres.
Sólo el 9% de las universidades tiene al frente a una mujer, mientras que en la educación primaria y secundaria son ellas las que mayoritariamente ocupan las plazas de docente, prosigue relatando el instituto europeo.
Los datos recogidos también revelan que en el 2008 las mujeres con hijos menores de 12 años tenían un empleo de menor rango que el resto de compañeras de trabajo (un 11,5% menor).
Mientras que, paradójicamente, los hombres con hijos en este abanico de edad ocupaban mejores puestos que sus colegas. Asimismo, se avisa de que las mujeres con discapacidad tienen muchas más dificultades para encontrar empleo que los hombres en la misma situación.
Entre esos datos figura también que casi una tercera parte de las mujeres en edad laboral, el 30% están “económicamente inactivas” o sólo trabajan a tiempo parcial debido a la falta de servicios de atención para niños y para otras personas dependientes.
El estudio recoge que el 84% de los hombres que tiene uno o más hijos, o cuyas esposas esperan un bebé, nunca ha considerado pedir una baja paternal.


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